¿Por qué Fer López (y tantas promesas) ya no quieren quedarse en LaLiga?

 Fer López ya no está en Vigo. Ni en A Madroa, ni en Balaídos, ni en ningún estadio español. Se ha marchado. Lo ha fichado el Wolverhampton. Un club sin historia reciente, sin ambición europea, sin plantilla estelar, que terminó decimosexto en la Premier League, a solo ocho puntos del descenso. Un equipo que, en condiciones normales, no debería ni competir con un club como el Celta, que este año ha logrado la séptima posición en LaLiga y jugará competición europea. Pero ahí está la noticia. Y el problema.

El joven atacante, una de las irrupciones más prometedoras del fútbol español esta pasada temporada (2024-2025), ha preferido irse a un equipo que no jugará en Europa, ni peleará por títulos, ni será protagonista de nada salvo de su propia supervivencia. ¿Por qué? La respuesta no está en Fer. Está en el fútbol español. O mejor dicho, en su incapacidad para retener, cuidar y valorar el talento que genera. Lo que hace diez años habría sido considerado una locura —un jugador español marchándose a un club gris de Inglaterra justo cuando su equipo se asoma a Europa— hoy se despacha con normalidad. Ya nadie se sorprende. Nadie alza la voz, nos hemos acostumbrado.

Fer ha jugado esta temporada diecisiete partidos en LaLiga, con dos goles en 668 minutos. El Celta le había dado galones, visibilidad y una plataforma ideal para crecer. Y sin embargo, no ha habido renovación, ni proyecto a largo plazo, ni una apuesta real. Solo una oferta extranjera y una salida rápida. El Wolverhampton ha pagado 23 millones de euros fijos más dos en variables y le ha ofrecido un contrato hasta 2030. Un contrato largo, estable, ambicioso. Una apuesta de verdad. Y eso, en España, hoy en día, y como hace ya varios años, es ciencia ficción

Porque aquí, los jóvenes no tienen un camino. Tienen un laberinto. Un año en el filial, otro cedido, tres renovaciones con cláusulas imposibles, banquillo, rotaciones, un técnico que confía, otro que no, y al final, la sensación de que todo depende más de la suerte que del talento. En Inglaterra, en cambio, les ofrecen lo contrario: estructura, planificación, confianza y minutos. —sin contar, por supuesto, la diferencia absurda que existe en cuanto al salario del jugador— Allí se les considera activos deportivos y económicos. Aquí, se les ve como un riesgo. O como una solución de emergencia para cuadrar cuentas.

No es Fer el primero, ni será el último. Antes se fueron Iker Bravo, Mateo Joseph, Dani Rodriguez, Samu Aghehowa. Y detrás. vendrán más. Todos con el mismo patrón: jóvenes con potencial que no encuentran aquí un entorno que les convenza. Porque si quedarse en casa implica ganar menos, jugar menos y tener menos control sobre su carrera, ¿por qué iban a quedarse?

El discurso institucional, como siempre, va por otro lado. Desde los despachos se sigue hablando de sostenibilidad, de control financiero, de estabilidad. Un modelo, dicen, que protege a los clubes. Pero ese mismo modelo ahoga a los que no tienen músculo económico y empujan fuera a los que podrían cambiar su destino. Los recién ascendidos apenas pueden fichar. Los clubes de mitad de tabla viven pendientes de vender. Y los grandes, salvando la excepción del Real Madrid, ya no pueden competir con los gigantes europeos ni en salario ni en atractivo deportivo. El talento, mientras tanto, se escapa por la puerta de atrás. Sin ruido. Sin escándalo. Como si fuera inevitable.

Y quizás lo más doloroso de todo no sea que Fer López se haya marchado, sino que nadie dentro del sistema lo considere un fracaso. Ni el hecho de que se haya ido justo cuando su equipo jugará en Europa. Ni que su destino sea un club que quedó por debajo del Crystal Palace. Ni que, una vez más, haya sido Jorge Mendes quien marque el rumbo de una carrera que, con un poco más de ambición institucional, podría haberse desarrollado aquí.

El problema no es que los Wolves fichen a Fer López. El problema es que LaLiga no puede convencerle de quedarse. Ni él, ni tantos otros. Nos estamos convirtiendo en un campeonato que forma jugadores para que brillen en otros lados. En una liga que ya no seduce ni a sus propios talentos. En una competición que presume de cantera mientras la regala.

Fer no se ha ido por un capricho. Se ha ido porque aquí no vio un futuro. Porque cuando tuvo que decidir entre seguir en un club que lo formó y apostó timidamente por él o firmar un contrato largo, serio y bien remunerado en Inglaterra no lo dudó. Y eso no escandaliza a nadie en los despachos de LaLiga, entonces el problema no es Fer. El problema es todo lo demás.


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Imagen del propio club inglés anunciando el fichaje de Fer López


Comentarios

  1. Vale. Y, ahora, qué pasaría si LaLiga no exigiera ese control financiero.

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