Dembélé, Yamal y Aitana escribieron la historia del fútbol

Anoche París se vistió de gala. Una gala que, como cada año, nos recuerda que el fútbol no es solo correr detrás de un balón, ni tampoco ese simple conteo de goles, asistencias y títulos. Es un teatro lleno de luces , cámaras y discursos ensayados que, por momentos, parece distante de la esencia del juego... y aún así consigue que el corazón se acelere. Porque aunque todos sabemos que un trofeo no es lo más importante, el Balón de Oro tiene ese extraño poder de condensar emociones, de darle forma a lo intangible. Ver a Ousmane Dembélé levantar el premio fue casi poético. Nadie lo habría imaginado hace unos años, cuando las lesiones parecían condenarlo a ser un "y si..." eterno . Lo llamaban frágil , irregular , un talento desperdiciado. Y, sin embargo, anoche el mundo lo aplaudía como el mejor jugador del planeta. Su sonrisa, más tímida que arrogante, decía mucho más que cualquier discurso: hablaba de noches de dolor, de la paciencia de esperar, de la fe en uno mismo incl...